Una vez más, ¿cómo evaluar la formación?



En el año 2002 leía mi tesis doctoral sobre “La auditoría de los programas de formación”; proponía un enfoque completo e integrado para la evaluación de programas desde sus distintas dimensiones: contexto, diseño, implementación y resultados finales. Fruto de este trabajo ofrecía el sistema MTA (Management Training Audit) como herramienta completa de evaluación de planes y programas de formación. 

Siempre desde el rigor académico, enmarcaba mi tesis desde los enfoques de transferencia tecnológica Universidad-Empresa, es decir, ofreciendo conocimiento y herramientas útiles para el mundo aplicado.

El tema de la evaluación de la formación siempre me pareció interesante, se ha gastado mucho en formación, pero la mayoría de las veces no ha sido una inversión calculada bajo parámetros estratégicos. 

Aprovechando el momento y mi trabajo académico, participé como consultor (o evaluador) para diversas compañías y definí una metodología para la evaluación de los resultados de la formación que todavía hoy utilizo, la denomino “Training Metrics” y está muy inspirada en los trabajos previos de Holton, Kirkpatrick y Phillips.

De toda esta etapa, que no doy por finalizada, aprendí mucho sobre evaluación. Por ejemplo, que la transferencia es el resultado más delicado en los programas de formación y al que más esfuerzo debe dedicarse. Que el ROI es sumamente difícil de demostrar en ciertos programas de formación o que la decisión de no evaluar la formación más allá de la satisfacción está enmarcada en criterios políticos e intereses de no querer ver la “foto final…. por si acaso”. 

Hoy tengo la sensación de cierto “déjá vu” con la evaluación de la formación, las mismas conversaciones de hace doce años se mantienen y la práctica en evaluar continua siendo muy escasa. No puedo afirmar que se haya avanzado, igual que ciertas expectativas no se han cumplido, evaluar no es fácil y algunos que lo han intentado lo han abandonado. No obstante es una asignatura pendiente, más ahora que nunca, cuando la inversión en Formación y Desarrollo debe ser estratégica y demostrable en el avance de la organización.

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