Ricard Masip

A todos nos ha pasado en alguna ocasión y si a alguien no, considérese un afortunado. “Sentirse invisible” es realizar nuestro trabajo con esfuerzo, con deseo de mejora y con ganas de crecer y no recibir el mínimo mensaje de apoyo por parte de nuestro “jefe” o de la dirección de la compañía. “ Sentirse invisible” es luchar por aportar y esforzarse por que las cosas salgan bien y percibir que no recibimos un mínimo reconocimiento, ni un mínimo mensaje que transmita confianza en nosotros. Simplemente estamos allí, pero parece que nadie tiene planes para nosotros.  Paul Watzlawick decía que la peor comunicación es la “no comunicación” y algo parecido nos sucede cuando nos sentimos invisibles en una compañía. No nos dicen ni bien, ni mal, no estamos en la lista de nadie, realizamos nuestro trabajo con profesionalidad, pero creemos que no tenemos futuro en ese proyecto por que nadie nos dice nada. Estamos en reuniones de equipo, hablan de talento y de lo importante que son las personas, pe

He sido un promotor de la cultura de la meritocracia en muchas compañías con las que he colaborado. He propuesto impulsar nuevos sistemas de gestión de la actuación, metodologías ágiles, incrementar los sistemas de retribución variable o proyectos de gestión del talento desde la Dirección de Personas. He formado a managers en el liderazgo de sus equipos a través de la recompensa a los mejores y la ruptura de situaciones de inequidad en los equipos.   Hoy continuo insistiendo con la cultura de la meritocracia, por que si no acabamos en un absurdo paternalismo que no es favorable para nadie, aunque también he aprendido que una meritocracia demasiado insistente genera una alta competitividad interna, estilos directivos demasiado agresivos y es generadora a largo plazo de malos climas de trabajo. Mucha gente no está bien en las compañías, la espiral de la competitividad no puede ser el único eje de la motivación de los equipos. Hoy opino que la cultura de la competitividad debe saberse com